Como cada cuarto sábado de noviembre, el pasado 27 de noviembre los ucranianos conmemoraron el Holodomor: la hambruna artificial sufrida en Ucrania durante el bienio 1932-1933. Se calcula que murieron al menos 3,9 millones de personas y nacieron 0,6 millones de niños menos, y disminuyó de forma considerable la esperanza de vida de los nacidos entre 1932 y 1934 (véase el trabajo de investigación de Oleh Wolowyna[1]). Holodomor es una palabra ucraniana compuesta por los vocablos holod (hambre) y mortory (matar atormentando). Su significado literal es, pues, "matar de hambre".
3,9 más 0,6 son 4,5 millones. Fríos números, inconscientes de la terrible realidad que encierran, dada a conocer a través de la recopilación, ordenación y análisis de documentos oficiales soviéticos, memorias de supervivientes y testimonios diversos, a partir, sobre todo, del fin de la Segunda Guerra Mundial. Una recopilación reciente, detallada y bien fundamentada de este trabajo de investigación histórica se encuentra en Hambruna roja[2]. Fuentes que describen, una y otra vez, las mismas escenas: personas en harapos, ya que todo lo habían vendido o intercambiado para conseguir alimentos; rostros sicológicamente rotos, marcados por la tristeza y la desolación más absolutas; cuerpos hinchados; cuellos delgados de cigüeña; piel fina y transparente que permitía la visión directa de los huesos; manos torpes, sin energía, rebuscando, no ya en la basura, sino en lo siguiente, lo inverosímil que llevarse a la boca; enfermos; muertos de hambre abandonados en las calzadas; gentes que se habían dejado morir yaciendo sobre sus propios lechos, abandonándose a la nada; robo, violencia y canibalismo, porque el hambre radical puede convertir a personas normales en animales desorientados y sin conciencia.
He aquí algunas ilustraciones:
– Un extracto de la carta enviada a Stalin el 4 de abril de 1933 por el reconocido escritor prosoviético Mijaíl Shólojov, preocupado por sus compatriotas ucranianos:
En este distrito, al igual que en otros, los trabajadores de las granjas colectivas y los granjeros particulares se están muriendo de hambre a partes iguales; los adultos y los niños están hinchados y comen cosas que ningún ser humano debería comer jamás, desde carroña hasta la corteza de los robles y todo tipo de raíces embarradas.
(Archivos presidenciales de la Federación Rusa, 45/1/827/7-22).
– Un fragmento de la correspondiente respuesta de Stalin, de 6 de mayo de 1933, en la que invita a Mijaíl a ver "el otro lado de la realidad":
Los trabajadores de su distrito –y no solo del suyo– estaban en huelga, llevaban a cabo un sabotaje y ¡estaban dispuestos a dejar sin pan a los obreros y al Ejército Rojo! El hecho de que ese sabotaje fuera silencioso y en apariencia pacífico (sin derramamiento de sangre) no cambia en absoluto el fondo del asunto, que los respetados trabajadores llevaban a cabo una guerra de desgaste contra el poder soviético. ¡Una guerra a muerte, querido camarada Shólojov!
(Archivos presidenciales de la Federación Rusa, 3/61/549/194).
– El testimonio de John Samilenko, nuevo maestro enviado al distrito de Oleksandriya:
Fui al pueblo de Chervonyi Yar para visitar una escuela pública. Cuando llegué descubrí que el 75% de los alumnos estaban como ausentes. Las autoridades se negaron a decirme por qué, por lo tanto, decidí ir a algunas casas de la aldea para obtener la respuesta por mí mismo. En cinco casas no hubo respuesta a mis llamadas. Todos los miembros habían muerto. En dos casas oí gemidos. Cuando entré en una de ellas vi a una mujer en el piso que señaló con la mano a sus tres hijos y a su esposo, muertos de hambre. En la otra casa encontré a un hombre que me dijo que no había estado nadie en el pueblo durante mucho tiempo. Estaba muy débil y no podía caminar. Solo me pidió que enterrase a los muertos de su familia: su madre, su esposa y sus dos hijos pequeños, cuyos cuerpos estaban ya descompuestos.[3]
– En la primavera de 1933, el periodista de investigación galés Gareth Jones, burlando la prohibición explícita a la prensa de visitar Ucrania y el Cáucaso septentrional, se presentó clandestinamente en el corazón de la hambruna para indagar lo que allí ocurría. Relató lo que vio en varios artículos y entrevistas:
Caminé solo por pueblos y doce granjas colectivas (...) Por todas partes se oía el grito: "No hay pan. ¡Nos estamos muriendo!".[4]
Mr. Jones, película dirigida por Agnieska Polland en 2018, recuerda la epopeya de este periodista intrépido e íntegro.
– Malcolm Muggeridge, corresponsal en Moscú del Manchester Guardian, que también viajo furtivamente al mismo centro de aquel infierno, publicó:
Es la misma historia: vacas y caballos muertos; campos descuidados, pobres cosechas a pesar de las moderadamente buenas condiciones climáticas; todo el grano que era cosechado se confiscaba por el Gobierno; no había nada de pan, ni de cualquier otro alimento: desesperación y desconcierto.[5]
De manera injusta, el Holodomor no es tan conocido como el Holocausto nazi, debido a su feroz encubrimiento por el régimen de Stalin; al silencio de las grandes potencias, que no querían enemistarse con la URSS; a su enmascaramiento por los grandes medios y, finalmente, a su disimulo por gran parte del tejido intelectual y artístico occidental, para no sembrar dudas sobre el comunismo, en la creencia de que esta ideología cumpliría el fin hegeliano de la Historia, conduciendo a la Humanidad a un mundo perfecto y feliz. Sin embargo, el Holodomor va abriéndose camino, poco a poco, en la conciencia occidental.
En su duro camino por darse a conocer, dos hechos adquieren especial relevancia:
1) En 1986 consigue entrar por primera vez en la historiografía académica con la publicación de The Harvest of Sorrow. Soviet Collectivization and The Terror-Famine, de Robert Conquest[6].
2) En 2008 logra el reconocimiento institucional del Parlamento Europeo. El 22 de octubre, el Partido Popular Europeo/Demócratas Europeos (PPE-DE), el Partido Socialista Europeo (PSE), la Alianza de los Demócratas y Liberales por Europa (ADLE), los Verdes/Alianza Libre Europea (Verdes/ALE) y la Unión por la Europa de las Naciones (UEN) –un total de 625 eurodiputados, sobre 732– presentaron una propuesta de resolución para la conmemoración del Holodomor. Después de debatirse se aprobó sin modificaciones, tomando forma definitiva en el documento referenciado P6_TA (2008)0523 el día 23:
Conmemoración del Holodomor, la gran hambruna ucraniana (1932-1933)
Resolución del Parlamento Europeo, 23 de octubre de 2008. La hambruna artificial en Ucrania (1932-1933).
Es un texto breve, de fácil lectura, del que extraigo unas líneas:
(...) el Holodomor de 1932-1933, que causó la muerte de millones de ucranianos, fue planificado de forma cínica y cruel por el régimen de Stalin […] [El Parlamento Europeo] reconoce el Holodomor (...) como un crimen atroz contra el pueblo ucraniano y la humanidad; condena enérgicamente estos actos, dirigidos contra los campesinos ucranianos y marcados por el exterminio en masa y las violaciones de los derechos humanos y las libertades (…).
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¿Por qué suceden hechos tan terribles como el Holodomor? ¿Son consecuencia, total o parcialmente, de la aplicación de los principios de las ideologías en cuyo nombre se cometieron?
El principio fundamental de la ideología comunista es la superioridad indiscutible de lo colectivo sobre lo individual en todos los aspectos de la vida humana. Si lo comunitario es superior, entonces los fines de la comunidad deben imponerse categóricamente sobre los individuales, lo que implica que el individuo no puede elegir los suyos propios, convirtiéndose en un simple medio de otros, al servicio de la planificación colectiva diseñada por la autoridad del Estado comunista, donde él solo es una simple pieza instrumental, entre millones, de un inmenso puzle, cuyo destino ha decidido el poder supremo. Pero la dignidad de un instrumento solo radica en su utilidad.
Como consecuencia, la dignidad del individuo ya no le viene del simple hecho de ser persona, como en los principios occidentales clásicos –la mujer y el hombre han sido creados a imagen y semejanza de Dios y, por consiguiente, gozan de la máxima dignidad solo por el hecho de serlo–, sino de su utilidad para el plan comunitario. Esta lógica es la que pone en boca de Jean-Paul Sartre en 1952 el célebre "Todo anticomunista es un perro". Es decir, fuera del comunismo no hay dignidad.
Así, en el Holodomor, los campesinos ucranianos, al negarse a participar en el plan de colectivización agraria de Stalin, fin colectivo superior que suponía la destrucción de su forma tradicional de vivir, se colocan fuera de la comunidad, convirtiéndose, para los buenos comunistas, a través de la propaganda, en indignos perros enemigos del pueblo, que destruirían la revolución, como ilustra el siguiente testimonio en el contexto del Holodomor, recogida en The Black Deeds of the Kremlin: A White Book. Vol. I: Book of Testimonies (1953)[7].
Un día, mientras hacía cola frente a la tienda para comprar pan, vi a una granjera de unos quince años, en harapos y con el hambre reflejada en los ojos. (…) Al final, se aproximó el tendero. Empezó a regañarla, diciendo que era demasiado vaga para trabajar en las granjas colectivas de Stalin, y le golpeó la mano que tenía extendida con la parte roma de un cuchillo. La chica calló al suelo y perdió una migaja de pan que tenía en la mano. Entonces el hombre se le acercó, le dio una patada y gruñó: "Levántate. Vete a casa y trabaja. La niña gimió, se estiró y murió. Algunos en la cola empezaron a llorar". El tendero comunista se dio cuenta y los amenazó: "Aquí algunos os estáis poniendo demasiado sentimentales. Es fácil detectar a los enemigos del pueblo".
Dos hechos más confluyeron contra los intereses del campesinado ucraniano:
1) La necesidad soviética de exportar trigo ucraniano con el fin de obtener las divisas necesarias para comprar la maquinaria que la planificación estatal de la industria requería.
2) El temor de Stalin a que la radical contestación del campesinado a sus planes de colectivización agraria reverdeciese las antiguas aspiraciones independentistas de la República de Ucrania.
Aún queda un último ingrediente por considerar: la ideología comunista justifica la violencia como medio de acción política. Véase el último párrafo del Manifiesto comunista (1848):
Los comunistas rechazan ocultar sus opiniones y propósitos. Declaran abiertamente que sus objetivos solo pueden alcanzarse mediante el derribo violento de todo el orden social hasta ahora existente.[8]
Y así lo hizo el régimen de Stalin. En el Holodomor, según se deduce de los documentos históricos y testimonios referenciados, los campesinos ucranianos fueron expropiados, deportados, perseguidos con leyes ex profeso, encarcelados, enviados a campos de concentración (gulags), fusilados; se les impuso un bloqueo forzoso para que no pudiesen salir de sus respectivas comarcas, se les incautó toda la comida de sus hogares y se les sometió a una cruel campaña propagandística de desprestigio destinada a presentarlos como enemigos del pueblo que merecían morir. Todo ello para acabar con el modo de vida tradicional del campesinado ucraniano, contrario a los fines colectivos, tal y como Stalin los había decidido. El Holodomor fue el resultado de todo ello.
Nada puede doler más a las víctimas sin mácula de un crimen y a sus seres queridos que no se reconozca de manera universal la injusticia de sus asesinatos; que no se investigue la verdad sobre sus muertes hasta las últimas consecuencias; que la Historia no ponga a los responsables en el lugar que merecen; o incluso que haya quienes los consideren héroes.
Por las víctimas del Holodomor, para que tengan el mismo reconocimiento que las del Holocausto nazi –y sus culpables idéntica condena– y puedan, así, descansar en paz.
[1] Wolowyna, Oleh y otros, Demography of a man-made human catrastophe: The case of massive famine in Ukraine 1932-1933, Canadian Studies in Population 42; nº 1-2 (2015): 53-80.
[2] Applebaum, Anne, Hambruna roja. La guerra de Stalin contra Ucrania, Debate, primera edición: enero 2019.
[3] Congreso de los EEUU y comisión sobre la hambruna en Ucrania, Investigation of the famine in Ukraine 1932-1933. First Interim Report, Oficina de Publicaciones del Gobierno de los Estados Unidos, 1987.
[4] Gareth, Jones, "Famine in Russia, an Englishman’s Story: What He Saw on a Walking Tour", Mancherter Guardian, 30-3-1933, p.12.
[5] Muggeridge, Malcolm, "The Soviet and the Peasantry: an Observer’s Notes, II. Hunger in the Ukraine", Mancherter Guardian, 27-3-1933, p.10.
[6] Conquest, Robert; The Harvest Sorrow. Soviet Collectivazation and the Terror-Famine; Nueva York, Oxfort University Press, 1986
[7] Basilian Press, Toronto, 1953.
[8] Marx, K. y Friedrich, E., Manifiesto comunista, Alianza Editorial, 2005.